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Mostrando las entradas de mayo, 2021

Celeste se marcha IX

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En un santiamén, las haditas volvieron a encontrarse en la encrucijada frente al portón. Celeste estaba muy contenta de que rápido se hubieran congregado y no tuviera que ir a buscar a ninguna, como cuando jugaban a las escondidas y alguna se entretenía más de la cuenta. Les había hecho bien la primera jornada de las “trasonsolitas”. Después de abrazarse, se asombraron unas a otras con los relatos de lo que habían visto, pero pronto todas estuvieron de acuerdo con ir a comer porque tenían mucha hambre. Prepararon algo de lo que había en la alacena y se sentaron a cenar. Ámbar seguía entusiasmada enumerando las cosas fantásticas que había encontrado en el laboratorio del mago Saponino de Arañuela. Fuego que hablaba y se podía tocar, un dragón dormido con una cadena al cuello, incontables matraces con pociones multicolores, aprendices que pronunciaban conjuros para hacer aparecer y desaparecer objetos. Luna la escuchó con atención y luego actuó para ella algunas de las poses y caras q

El encuentro con los pájaros VI

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Mientras tanto, Roble se había detenido a descansar en donde se juntaban las copas de varios árboles, bajo el cielo nublado. Se tendió de espaldas, apoyando su cabeza sobre los brazos y sonrió satisfecha de su primera sesión de vuelo autodidacta. Desde lo alto había visto muchas cosas desconocidas. Se había detenido para observar algunas; otras, las había dejado pasar. Conoció animales insólitos, enormes o pequeñitos. Comió bayas de las que antes no había podido alcanzar. Unas vocecitas chillonas la sacaron de su introspección. –Ííííííí, ííííí. -¡Son ustedes! Me asustaron, -exclamó llevándose la mano a uno de sus bolsillos. Ahí había cuatro pajaritos hambrientos. Los había reconocido desde que los vio, mientras volaba. Parecía que se hubieran caído del nido, pero la verdad era que no se veía ningún nido cerca. No estaban lastimados, ni llamaban a su mamá. Parecían esperarla a ella, quien les había dado de comer ya una vez antes. Sacó las bayas restantes de su almuerzo y se las dio. Mi

El Árbol de perfume V

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-¿Qué haces aquí?, saludó el árbol. -Vine para saber de dónde venía el perfume. -Ah sí, soy yo, ¿y tú, quién eres? -Soy Celeste . -Hola Celeste, ¿quieres una flor?, tengo muchas aunque ya es otoño. -En realidad quería tomar un poco de tu corteza para llevarla a mis hermanas. El árbol se rió primero bajito y luego a carcajadas. Celeste no entendía por qué y no le parecía bien que aquel árbol fuera tan maleducado de reírse de ella, a quien acababa de conocer. -Puedes tomar la corteza que quieras, pero tus hermanas no podrán olerla. -¿Cómo es eso? Yo pude olerla desde allá, estaba parada ahí y de repente… -Exacto, de repente me encontraste… porque sólo tú eres capaz de percibir el perfume y aún de verme, dijo el árbol, tirando de una ramita seca. -No te creo, dijo Celeste. -Bueno, eso no importa. Cuando te vayas te daré lo que quieras, mientras, ¿quieres subir a ver las flores? Celeste subió unas cuantas ramas y se detuvo un poco agitada. Cuando volvió a mirar hacia abajo, se asustó mucho